Dejarse acariciar por el mar desde el amanecer, comprar pescado fresco en las “paranze” a primera hora de la mañana, adentrarse en el interior para descubrir antiguos cultivos y degustar deliciosos y genuinos platos y vinos, maravillarse con las obras de los artesanos locales, son sólo algunas de las experiencias que se pueden vivir al más puro estilo ischino.
El relato más suculento de la isla pasa sin duda por su gastronomía, que cuenta una doble historia: su tradición pesquera, con las “paranze” (barcas de pesca) que cada amanecer traen a tierra el delicioso marisco tras una noche de trabajo; sus orígenes campesinos, con especialidades de la tierra con productos de kilómetro cero, fruto de cultivos realizados con sacrificio y amor entre huertas y campos. Así, degustar el conejo all’ischitana se convierte en una experiencia culinaria y exploratoria de un plato y un territorio, que expresa en sus particularidades las diferenciaciones climáticas y peculiares de cada zona donde se elabora.
Una historia que encuentra una nota aún más especial en la producción de los vinos locales, al igual que ocurría en la época griega, en una isla donde la magia de los sabores se mezcla con la rara belleza de los lugares, donde el tiempo parece haberse detenido.
